La recuerdo como en los días aquellos de cuando pensábamos que la poesía era un modelo de pensamiento alternativo, rebelde. De hecho, siempre pensé que era una manera de hacer las cosas diferentes. Leíamos, jugábamos con palabras. Nos prestábamos los libros descubiertos en baratas, sencillamente estábamos jugando a descubrir lo ya descubierto por otros en nuestro idioma. En ocasiones en el suyo.
La música era esencial para que el mundo cambiara. Era nuestro instrumento de acercarnos de una manera práctica a esa palabra valiosa. O por lo menos eso creíamos. Al final siempre fue una excusa para poder elevarse con los licores para encontrar aquellas musas que pensábamos que en algún momento gente como Led Zeppelin llegaba a tomar aunque sea el pasamanos de las escaleras al cielo.
Pensábamos que estábamos haciendo literatura. Pensábamos que así podíamos hacernos sentir de una manera diferente. Pero no fue así. Ella nos enseñó que la palabra necesita disciplina. Nos enseñó que la palabra es tan insidiosa y grosera, tan antipática e insensible, que al final de cuentas, no nos puede hacer nada a menos que la enamoremos a golpes y la tomemos del brazo y la obliguemos a que nos dé el abrazo del verbo.
Unos la tomaron como modo de vida, unos de manera más profesional que otros. Otros abrazaron otros lenguajes y otros géneros. Otros, simplemente dejaron los versos en el camino y asumieron la vida con otros sueños.
Pero sólo ella le puso la moneda en la boca a aquellos elegidos. A aquellos a los que la luna les dio una oportunidad de elevarse en un eclipse perfecto. A aquellos que simplemente sintieron el llamado y lo aceptaron. A aquellos que no tuvieron oportunidad de elegir. A aquellos a quienes la paz era simplemente la despedida.
Todos, al final queríamos lo mismo: hablar con los ángeles, a los despreciados y a los queridos, pero ángeles al fin. Todos queremos al final lo mismo.
En memoria a los caídos en esta batalla de la vida. Gracias por todo.
La música era esencial para que el mundo cambiara. Era nuestro instrumento de acercarnos de una manera práctica a esa palabra valiosa. O por lo menos eso creíamos. Al final siempre fue una excusa para poder elevarse con los licores para encontrar aquellas musas que pensábamos que en algún momento gente como Led Zeppelin llegaba a tomar aunque sea el pasamanos de las escaleras al cielo.
Pensábamos que estábamos haciendo literatura. Pensábamos que así podíamos hacernos sentir de una manera diferente. Pero no fue así. Ella nos enseñó que la palabra necesita disciplina. Nos enseñó que la palabra es tan insidiosa y grosera, tan antipática e insensible, que al final de cuentas, no nos puede hacer nada a menos que la enamoremos a golpes y la tomemos del brazo y la obliguemos a que nos dé el abrazo del verbo.
Unos la tomaron como modo de vida, unos de manera más profesional que otros. Otros abrazaron otros lenguajes y otros géneros. Otros, simplemente dejaron los versos en el camino y asumieron la vida con otros sueños.
Pero sólo ella le puso la moneda en la boca a aquellos elegidos. A aquellos a los que la luna les dio una oportunidad de elevarse en un eclipse perfecto. A aquellos que simplemente sintieron el llamado y lo aceptaron. A aquellos que no tuvieron oportunidad de elegir. A aquellos a quienes la paz era simplemente la despedida.
Todos, al final queríamos lo mismo: hablar con los ángeles, a los despreciados y a los queridos, pero ángeles al fin. Todos queremos al final lo mismo.
En memoria a los caídos en esta batalla de la vida. Gracias por todo.
1 comentario:
Ciertamente al llegar a ser adultos la fuerza inocente y a su vez pasional de las cosas no son iguales. Creo que debes ver la etapa adulta con mas gloria y menos tristeza.
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