febrero 13, 2008


El reloj comenzó a correr. Ya ruedan los dados por el tablero. Hay fichas buenas, pero las que sobran quieren también su casilla en el juego.

Hoy, en casi todos los espacios políticos, hay más de un candidato. Hoy, unos cuantos harto reconocidos que superaron su fecha de vencimiento, pretenden disfrazar su ambición ególatra con ropajes de legítimas aspiraciones democráticas. Hoy, los que mandan y los que han abandonado su vocación de servicio, pretenden seguir sentados en su silla de mandadores de oficio.

Y se pelean, se insultan, se apestan. Juegan a la destructiva descalificación en lugar de darle a los ciudadanos lo que necesitan y desean. Si me preguntaran, hoy puedo decir con gusto que me importa un bledo lo que hagan, porque se están mirando el ombligo.

Nosotros, los que venimos empujando desde abajo, miramos con los ojos de inmensidad, de revolución cierta, de palabra desnuda, y de sueños construidos con los sueños de nuestros padres y abuelos. Con un título de universidad que aspira futuro. Con unas ganas de ver a todos, por igual, bañados de bienestar, de presente y certeza.

¿Pelea? Sí, pelea para pelear contra la mala gestión, la desidia y la vana palabrería gobiernera. ¿Pelea? Sí, pelea contra aquellos podridos que quieren su tajo de país, sin merecer nada. Pelea, sí. Pelea por un país que queremos, que soñamos, que ansiamos.
Yo tengo, al igual que millones, la esperanza metida en el bolsillo. Sólo queremos mostrarla a nuestros amigos, ustedes, para que se deslumbren con nuestro sueño. ¿Están dispuestos?

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