Aunque este año hemos visto una multitud de protestas alrededor del mundo en rechazo a diferentes situaciones que son vistas como injustas, no todo el mundo lo ve igual, y muchos grupos insisten en defender el sistema que otros atacan. No es nuevo que la psicología busque una respuesta para explicar algunos fenómenos sociales y singularidades de la historia y de los sistemas políticos, culturales y económicos.
Ya en los años ’60 y ’70 la psicología nos entregó herramientas conceptuales para entender por qué los seres humanos civilizados y morales pueden ser miembros activos de sistemas sociales profundamente inmorales vistos en esa época – dictaduras, regímenes totalitarios, etc. Durante la Segunda Guerra Mundial, el escritor británico George Orwell reflexionaba: “mientras escribo estas líneas, seres humanos sumamente civilizados me sobrevuelan intentando matarme”.
Lo hacía sin una pizca de humor y ni siquiera de ironía. La afirmación oculta una gran pregunta y lo que algunos experimentos respondieron en el futuro. Por un lado, dadas ciertas circunstancias los seres humanos pueden comportarse como bestias bajo el alero de sistemas políticos brutales. Por otro lado la pregunta que sigue es ¿por qué esos seres humanos son incapaces de rebelarse contra esos sistemas brutales?
Algunos de esos experimentos y conceptos que han ayudado a explicar científicamente estos fenómenos son el experimento de la Tercera Ola y el experimento Milgram en los años 60, por nombrar solo un par de los más conocidos. Retomando este tema, recientemente se publicó un artículo en la publicación científica Current Directions in Psichological Science, editado por la Association for Psichological Science, donde se busca responder al siguiente cuestionamiento que surge automáticamente una vez que sabemos cómo ocurre que las personas puedan ser absorbidas por terribles configuraciones sociales, me refiero esta vez a la pregunta de por qué las personas defienden sistemas corruptos, ineficientes e injustos.
El artículo funda sus conclusiones en una serie de estudios y experimentos desde donde identifica cuatro elementos que sirven para entender los mecanismos que toman lugar en ciertas situaciones de justificación de lo injustificable.
El primer elemento evidencia que tendemos a defender a aquellos sistemas de los que dependemos directamente. Este elemento de “dependencia del sistema” se evidencia cuando sentimos que el sistema sobre el que se emite el juicio esta directamente relacionado con nuestro bienestar. Aquél del que dependemos será el sistema que defendamos.
Otro elemento es llamado “amenazas al sistema”. Si sentimos que nuestro sistema es amenazado, tendemos a defenderlo. En tiempos de crisis no atacamos a nuestros sistemas, sino que queremos pensar que funcionan, según señala el estudio. Por ejemplo, antes de los ataques a las Torres Gemelas el presidente de Estados Unidos, George W. Bush se estaba hundiendo en las encuestas. Tras el 9/11, sin embargo, la aprobación al mandatario subió. También aumentó el apoyo al Congreso y la policía, en un intento se “fortalecer” a un sistema que estaba siendo atacado. El estudio también menciona como ejemplo al Huracán Katrina, donde pese a que la gente fue testigo de la ineptitud de los organismos para rescatar a las víctimas, mucha gente culpó a los propios afectados de su desgracia antes de admitir que las instituciones estatales fallaron.
Cuando somos parte de un sistema del que no podemos salir, tenemos la tendencia a la adaptación, en lugar de tratar de cambiar lo que nos parece malo. Esto es el elemento “Inescapabilidad (inescapability) del sistema” que explica que estemos de acuerdo, o al menos no actuemos contra aquellas cosas que de otra manera consideraríamos inaceptables, pues estamos de una u otra formado forzados a adaptarnos. Como ejemplo, el documento cita un experimento donde se les dijo a las personas que los salarios en su país son un 20% más altos para los hombres que para las mujeres. Aquellas personas que sentían que no podían emigrar a otro lado, aceptaban la diferencia salarial como algo innato a la diferencia de género. Mientras más atascado estás en un sistema, más probablemente tratarán de justificar sus problemas.
El cuarto elemento es el sentido de poco control sobre uno mismo. Esto quiere decir la sensación de que tenemos baja injerencia en nuestras propias vidas y destinos. Cuando esto ocurre entregamos a nuestros líderes la labor de darnos ese sentido de control, a cambio de nuestra tácita fidelidad al sistema.
La cuestión de cómo se relaciona el individuo y su sistema social es un asunto que ciertamente despierta mucho interés en quienes buscan entender y también manipular a las sociedades. Uno de los autores del artículo, el doctor Aaron C. Kay concluye sobre esta materia: “si quieres entender como hacer que el cambio social ocurra, necesitas entender las condiciones que hacen que la gente se resista al cambio y que es lo que las hace abrirse al entendimiento de que el cambio puede ser una necesidad”.
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