Por más señales que haya en los caminos, por más estrellas que podamos seguir, iremos andando hacia ningún sitio, soñaremos que andamos sin movernos de aquí. – ‘La vida qué mala es’, 091
El rediseño de Reader por parte de Google va más lejos de un simple trasvase de funciones a Google+: además de la pérdida de los compartidos, las notas, los comentarios y el resto de funciones que lo hacían especial es también el adiós definitivo a un sueño, el de poder establecer un modelo de negocio con un lector de feeds como eje.
Se ha hablado mucho de la muerte del RSS, pero en realidad lo que estamos viviendo es la muerte de los lectores de feeds tal y como los conocíamos. De los viejos actores, casi ninguno queda en pie y los nuevos optan de manera consciente por esconder el RSS como eje principal: no hay mas que ver como se venden al público éxitos recientes del consumo de contenidos como Zite, Pulse o Flipboard. Lo usan, pero no lo mencionan, lo esconden hasta volverlo invisible.
Google claudica donde otros lo hicieron antes
Google quiso hacer con Reader el experimento de ver si podía sacarle partido más allá de los RSS, y así nacieron sus funciones sociales, que como bien indican Víctor Pimentel y Matías S. Zavia convirtieron a GReader en la única red social basada en el contenido y no en el usuario en sí. En esa misma naturaleza estaba la trampa del modelo: cuando el contenido es lo importante del servicio, pero el contenido es de terceros, ¿cómo sacarle rendimiento económico?
Muy complicado, más aún cuando los que generan ese contenido están vigilantes. No se le puede añadir publicidad, salvo que quieras entrar en batallas judiciales o llegar a acuerdos con cada uno de ellos, como han hecho hoy en día nuevos enfoques, como Zite. Así cayó Bloglines y así se han ido haciendo irrelevantes el resto de start-ups centradas en mostrar contenido distribuido. Nadie ha tenido éxito y no se puede decir que no se haya intentado.
El RSS, la publicidad invisible y el futuro que no llegó
Google quiso apostar por lo social como una tabla de salvación de Reader justo cuando al RSS le empezaban a flaquear las piernas en una red cada vez más centralizada y donde lo distribuido había perdido su fuerza. Y también quiso buscarle el rendimiento económico al contenido sindicado, aunque fuera a través de lo que mejor se le da, pero ni siquiera la compra de Feedburner y el control absoluto sobre la publicidad incluida en los RSS que obtuvo Google con ello han servido para aportar valor. El posible beneficio económico que se podía sacar de un feed (tanto para quien creaba el contenido como para el que era intermediario) siempre ha sido marginal.
Reader era una maravillosa red social, pero solo para unos pocos, el hervidero de ideas compartidas que Tumblr soñaría con ser (y aún podría ser) si se decidiese a fomentar aún más sus aspectos sociales en vez de conformarse con ser sencillo. Pero Google no ha encontrado la manera de tener beneficio aun con ese aspecto social y ha optado por jugarlo todo a Google+, donde la recogida de datos es muchísimo más sencilla y el modelo de negocio está mucho más claro: ser Facebook.
Desde 2005, cuando Reader nació, el RSS ha pasado de gran instrumento de futuro y, tal vez, negocio a sólo lo que hace técnicamente posible el contenido distribuido y lo que está detrás de determinadas apps; de negocio, ni rastro.
Y desde 2008, Google ha entendido a base de golpes que las redes sociales y el beneficio que se pueda extraer de ellas está más relacionado con el usuario que con el contenido. Ningún otro intento de hacer social un lector RSS ha triunfado (ahí queda Netvibes) y, de hecho, el camino es el de vuelta: ahora los lectores como Flipboard tienen otro potencial diferente porque se apoyan en redes sociales externas para tener contenido relevante para el usuario.
Así es como Reader se ha convertido en irrelevante para su padre… y en razón de tristeza para los que lo usábamos más por el contenido que nos descubrían otros y por las conversaciones que generaba que como simple lector de feeds. Es el final de un sueño en el que, parafraseando a 091, había buen trigo y buena harina pero mal pan.
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