septiembre 24, 2008

Cuando comencé a estudiar discurso, y debo acotar mi falta de conciencia con respecto a mi ineptitud en el tema lingüístico, tuve que tomar un tiempo precioso que pude aprovechar en otras cosas para estudiar temas de lingüística básica que realmente no sabía.
Entre esos temas que me puñaleé en menos de 15 días porque si no, no avanzaba era la gramática lingüística. Se entiende como semántica lingüística como un sub campo de la gramática que se dedica al significado de los signos lingüísticos. Este tema proviene de las teorías de Ferdinand de Saussure, quien intentó establecer una pautas para una teoría lingüística, la cual establece como elemento lingüístico al signo, como asociación de la imagen acústica (significante), y que posee un valor conceptual (significado).
Basado en la imagen acústica y en valor de las palabras, debo recordar un libro que se llama “La Seducción de las palabras”, de Álex Grijelmo, quien decía que las palabras son como suenan, tema que lamentablemente, debo acotar, que es cierto.
Digamos, por ejemplo, la palabra coño. La palabra coño es una palabra bastante incorrecta que nosotros los venezolanos usamos con interjección para expresar sorpresa, susto, así como también puede expresar uno de los peores insultos que se pueden escuchar, como es “el coño de tu madre”.
El tema es que si conocemos el significado de la palabra coño, enuncia pues, al aparato reproductor femenino. Es decir que el enunciado mienta el aparato reproductor de la madre de uno. Cuando dicen “vete al coño de tu madre”, significaría ciertamente, devuélvete por donde viniste. Pero la fuerza que tiene la palabra coño es indiscutible, por eso cuando uno se pisa un dedo con un martillo después de intentar clavar el puto clavo en la pared, uno no puede dejar de aliviar las penas con la palabra “coño”.
Hablando de la palabra puta, no podemos negar la fuerza y el imponente valor fonético que tiene la palabra. Si se da cuenta, tiene dos vocales abiertas con dos sílabas que realmente impulsa la potencia necesaria para que la palabra sea lo fuerte que es. Pues realmente el insulto no tendría tanta fuerza si no fuera por la palabra.
Digo yo, como sonaría “hijo de meretriz”, o “hijo de dama de compañía”, o “tu madre es un prostituta”, o “me acosté con tu hermana”. Al fin y al cabo todos significan lo mismo, sólo que “hijo de puta” es lo que es por la fuerza fonética de la palabra.
Digamos, y no quiero meterme en el tema de la libertad de sexo, (Si. Al final lo voy a hacer por que es una necesidad) pero la homosexualidad es muy diferente según como se enuncie, ya que cada palabra da status.
Digo pues que cuando uno dice que una persona es Gay (una palabra bastante suave), nos referimos a un amigo que tiene un gusto por la moda delicado, y pese a que se derrite por los jóvenes buenos mozos no pierde la compostura hasta el quinto o sexto whisky. Posee importantes riquezas materiales, tiene una profesión respetable (abogado por ejemplo), viaja y tiene en su haber cosas de buen gusto para vestir y calzar. Así como es de exquisito con sus gusto con lo material, es igualmente exquisito con sus gustos con respecto a sus parejas, por lo tanto es siempre probable que ande rodeado de gente hermosa, de ambos sexos inclusive.
Marico (nótese el cambio, ya la cosa tiene un tono mas agresivo) posee otra connotación. En nuestro país es muy común usar este tipo de palabra como sustituto del sujeto, cuando se está en confianza (coño marico, no sabes marico lo que me paso, que bolas marico, berga marico, entre otros). Marico, realmente es un insulto que puede atribuirse a hombres que le gustan los hombres, bota las plumas, se le cae la mano, no guarda la compostura, entre otras cosas. Digamos que es una loca salida del closet. Obviamente sus gustos son más diversos y por lo general son promiscuos, salen a fiestas, y se ponen cualquier cosa que resalte su falta de ubicuidad sexual.
Finalmente, y no menos terrible, se encuentran los maricones o los maricos tristes. Como ven, todos provienen prácticamente del mismo significante pero su contenido semántico y su valor como enunciado cambia, y va denigrando al sujeto a tal punto, que cuando uno dice maricón estas sacándole el aparato reproductor de la madre, que además le dices que es de profesión dama de compañía.
El Asunto que uno determina como maricones a lo más bajo que existe en la homosexualidad. Son lo que venden su cuerpo por dinero y placer (como su madre) sin tener lo que tiene su madre. Pueden ser transexuados, y devanean su mariquera en avenidas oscuras y populares de cada ciudad de este país esperando a ver quien se interesa por abrirle el orto hasta dejarlo como la bandera de Japón cuando anda en guerra. Viven en pensiones y el tema del gusto no depende de ellos, depende del cliente.
Creo que por eso es que tenemos que recurrir a otras palabras semánticamente incorrectas cuando nos referimos a otras personas, y así nos evitamos problemitas insignificantes por decirle maricón a un amigo gay, o puta a una profesora, que aunque se lo merezca, puede "cojerte" en el final de una materia.

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