Uno de los problemas fundamentales a los que se enfrentan las empresas adaptadas a la comunicación en las redes sociales es el trato con los empleados que se adentran en los canales del social media. Cuando un trabajador utiliza su cuenta de Facebook, Twitter, Flickr y YouTube tanto para su vida profesional como para su vida personal, conviene que éste sepa dónde están los límites de los contenidos que se deben publicar en Internet y cómo pueden afectar sus comentarios a su trabajo.
Un primer paso es ofrecer a los trabajadores una adecuada formación que incluya un directorio de redes sociales remarcando las diferencias de cada una (tipo de público, uso, impacto de los mensajes, posibles consecuencias, etc.). A partir de aquí, el conocimiento que el profesional tendrá sobre la Web Social le permitirá trabajar con sus perfiles de una manera más solvente y acorde con las necesidades de la empresa. Basta con que el trabajador sepa diferenciar entre los usos profesionales de LinkedIn y los usos personales de Facebook.
Este artículo es fruto de la colaboración entre Emilio Márquez (@EmilioMarquez) y TICbeat. Emilio Márquez es Business Ángel y emprendedor, CEO de Networking Activo. En su blog se pueden seguir posts muy interesantes sobre Networking y el mundo de Internet en general.
A partir de aquí, el segundo paso es dar forma a un documento que actúe como guía de comportamiento del trabajador en las redes sociales con consejos y comentarios sobre lo que se puede y debe hacer en estas plataformas. Esta guía debe estar siempre disponible para el trabajador, ya sea desde una página web, desde la Intranet de la empresa o en la oficina en formato físico. Además, debe ser una guía abierta a las sugerencias de los trabajadores para que no se asuma como una imposición, hay que aplicar la máxima de las redes sociales son diálogo.
El filtro de contenidos corporativos en las redes sociales debe centrarse fundamentalmente en aquellos contenidos que puedan resultar problemáticos y que para ser identificados solo es necesario aplicar el sentido común: materiales internos de la empresa, comentarios sobre clientes, compañeros de trabajo y jefes, valoraciones poco elegantes sobre productos de la competencia, contenidos fotográficos/audiovisuales de eventos, oficina, etc. sin el empaque corporativo necesario, etc.
Un punto necesario que ahorra muchos sustos en los canales de social media es formar a los empleados en el uso correcto de la privacidad, que a su vez es uno de los elementos de más actualidad en la red. ¿Cuál es el problema de la privacidad? Básicamente, que no sabemos gestionarla con propiedad. Un muro de Facebook con la privacidad ajustada al máximo evitará que comentarios poco apropiados sobre una situación laboral lleguen a territorio público.
Otra cuestión de primer orden es que la presencia de los empleados en las redes sociales es absolutamente personal. Es cierto que se debe educar al trabajador en unas normas básicas para actuar en la web social, pero sin olvidar que sus perfiles son eso mismo, perfiles personales, y que sus opiniones son precisamente esto, opiniones. Es imposible e improcedente tratar de censurar al trabajador. Conviene más educar en la privacidad que tratar de imponer qué y qué no se debe decir en una red social.
Ahora bien, no se debe medir con el mismo rasero el perfil de un trabajador “raso”, que tendrá menos impacto en la identidad digital de la empresa, que el perfil de un directivo o cargo superior, cuyos comentarios pueden provocar verdaderas crisis de identidad en la corporación. Casos no faltan.
Las redes sociales son un arma de doble filo si no se saben utilizar con propiedad. Formar a los trabajadores es fundamental para evitar disgustos, filtraciones y crisis de identidad que serán difíciles de cubrir. Como dice el refrán, más vale prevenir que curar. Sesiones formativas darán a los empleados los conocimientos necesarios para comprender el funcionamiento de las redes sociales.
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