mayo 30, 2012

Men in Black 3: un viaje al pasado


Que la trama de Men in Black 3 gire sobre un viaje al pasado no es algo fortuito. La cinta original nos remonta a 1997, con un Will Smith recién salido de The Prince of Bel-Air, haciendo méritos en el género de acción con Independence Day. Eran los años noventa: la televisión era dominada por un fenómeno llamado de The X-Files, y las conspiraciones, los alienígenas y el “están entre nosotros” eran pan de todos los días. La primera Men in Black es, en muchos sentidos, epítome de una época donde la verdad estaba allá afuera.
Quince años después de esa primera excursión, Smith volvió a ponerse el traje negro. En su carrera actoral, muchas cosas han cambiado. Dejó de lado los papeles de héroe de acción para concentrarse -con mediano éxito- en protagónicos más dramáticos. Quizá, cansado de tomarse en serio tanto tiempo, decidió regresar a los básicos. Retomó una franquicia agotada en su segunda entrega, bastante menor en comparación con la primera (basta recordar que Johnny Knoxville tiene una participación), pero aún con mucho cariño entre los fanáticos.
Hollywood sabe que, después del dinero, la nostalgia es la fuerza más poderosa. Así, Smith se embarcó en un filme cuya trama gira en un viaje en el tiempo para rescatar a K., su colega y mentor. Pero los años no pasan en balde. Ni Will Smith tiene la chispa irreverente de sus primeros años ni Tommy Lee Jones está para esos trotes. Ambos, más que madurar, se han avejentado. Se nota en su interacción en pantalla, pero es precisamente ese tono grisáceo el que aporta una sensación diferente a la cinta; ese sentimiento de estarse asomando a una caja de recuerdos infantiles enterrados en el olvido.

En la cinta, Josh Brolin es quien lleva toda la carga. Su participación nos desvela que el misterioso K. fue, en algún momento, no tan hosco y hermético como se señala. Sin llegar a la frescura de Jones en las primeras dos entregas (con su humor sardónico y duro), Brolin lleva a su personaje a buen puerto, recordando por escasos momentos la química de los originales. Smith, sumido en su conflicto interno, aporta la carga melodramática, pero su fallido intento por elaborar las mismas bromas de hace más de una década lo convierten en una parodia de sí mismo.
A pesar de un guión accidentado, la película tiene sus destellos. La introducción de Griffin, un extraterrestre pentadimensional capaz de percibir los diferentes futuros simultáneamente, es al mismo tiempo caótica y entrañable. Él, símbolo del “todo es posible”, se convierte en el catalizador de la relación entre Smith y Brolin. El humor es mayormente insípido, aunque una referencia a Andy Warhol que aparece a la mitad de la trama es suficiente para salvar la cinta en ese rubro.
Pese a los pronósticos, Men in Black 3 consigue un resultado efectivo, mucho mejor que la segunda entrega de la saga. No contiene ni la décima parte de humor o de acción de sus predecesoras (Boris The Animal es un villano bastante olvidable), pero logra una perspectiva íntima de la relación entre J y K. Consigue terminar la saga con cierta dignidad (por favor, ¡no intenten una cuarta parte!) y le da a los nostálgicos una razón más para recordar esos tiempos en que las celebridades eran extraterrestres encubiertos y un par de agentes ultrasecretos nos protegían de los peligros del espacio exterior. Ahora, si me permiten, por favor, dirijan su mirada a este punto…




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