Nuestro cerebro cambia constantemente con cada experiencia, mientras pasa una persona delante nuestro, cuando vemos la televisión, al leer este artículo (confío en que sea para bien) o al dormir. Pequeños o grandes cambios, cambios temporales o permanentes. No puede constituir ninguna sorpresa que, dado el tiempo que dedicamos a Internet, la red esté cambiando nuestro cerebro.
En los últimos años han aparecido una serie de artículos que llaman la atención sobre este hecho. ¿Nos está haciendo Google estúpidos, Enganchados a la tecnología y pagando un precio, La web desenfoca, Opinión sobre los nuevos medios del preclaro psicólogo Steven Pinker o un reportaje de Science Los efectos de Google en la memoria que ha traído otros análisis El efecto Google: cambios en nuestro cerebro o 15 formas en las que Internet está cambiando nuestro cerebro
El recuerdo y la búsqueda
En uno de los estudios de Science se les pidió a los sujetos que realizaran una serie de tareas. A un grupo se le dijo que los resultados se guardarían y al otro no. El primero apenas recordaba los hechos y el segundo recordaba mucho más.
Sabemos que la información está en la red. Internet es nuestro disco duro. La información está alcance de nuestros dedos, en el teléfono que está en nuestro bolsillo. No realizamos esfuerzos por recordar las cosas. Todo nuestro esfuerzo consiste en saber localizarlas. En otro estudio realizado con 34 estudiantes de Columbia, se mostró que recordaban mejor las carpetas en las que habían almacenado la información que la información misma.
Esto tiene un efecto en la escuela. Cada día es menos relevante aprender de memoria. Y parece que es menos útil. El saber sí ocupa lugar y esfuerzo y no debemos malgastarlo en cosas que podemos encontrar en Google. En este sentido tenemos que aprender creativamente y comprender los hechos más que memorizarlos. Sintetizar y analizar la información en lugar de recordar hechos. La memoria es una compresión en la que sí se pierde información (como bajar la calidad de una imagen).
Pero todo tiene una contrapartida. Existe una capacidad mental llamada metacognición: sé que lo sé aunque ahora no lo recuerde. Google es su gran aliado. Sin embargo, tengo que haber estudiado historia y haberla olvidado para saber que existieron unos reyes, buscar la información y ponerla en contexto. No saber nada porque todo está en la red es un inmenso error.
La multitarea y la concentración
Es un tema muy controvertido. Surfeamos en la red a la vez que vemos la televisión, ponemos un mensaje o escribimos en twitter. Estamos permanentemente en modo multitarea. Hacemos muchas cosas a la vez… y ninguna bien. El cerebro está diseñado para realizar tareas en paralelo siempre que estas sean sencillas: andar, comer o ver. Pero a la hora de realizar tareas complejas es un cuello de botella. Las investigaciones son claras: unas tareas interfieren en las otras y todas se ven afectadas. Desde luego puede argüirse que el resultado global mejora: en el mismo tiempo hacemos más cosas aunque todas un poco peor. El problema surge cuando el modo multitarea es sistemático y perdemos la capacidad de concentrarnos en una sola cuando requiere mucho esfuerzo: simplemente la abandonamos.
Desde que aparecieron las herramientas digitales escribimos mucho más, es algo innegable. Pero también leemos de una forma distinta. Ya no lo hacemos de izquierda a derecha sino de arriba a abajo, saltando entre títulos, subtítulos y negritas. Escogemos lo que creemos relevante y saltamos a otro tema. Ponemos atención pero solo parcial. Y cuando el texto es largo, sea impreso o digital, nuestra mente empieza a vagar. E incluso cuando nos desconectamos, nuestro cerebro sigue enganchado. La falta de concentración y el pensamiento fragmentado persiste, interrumpiendo el trabajo, la familia o amigos y el tiempo offline.
Nos interesa lo novedoso, emprender algo nuevo más que acabar lo empezado
Con el bombardeo de información estamos obligados a seleccionar lo relevante y en este sentido, lo hacemos mejor. Ya no leemos lo que hay sino que seleccionamos y elegimos. Pero estamos enganchados a la recompensa fácil. Las herramientas digitales proporcionan un refuerzo inmediato, la demora en la satisfacción es intolerable y por el contrario estar conectados resulta imprescindible.
Y además es un proceso muy rápido. En un estudio se mostró que en apenas cinco horas de Internet nuevos usuarios ya mostraban los mismos hábitos que los expertos. Un test realizado en Stanford muestra que los usuarios persistentes de Internet tienden a pasar por alto información antigua y valiosa, y en su lugar prefieren buscar nueva información.
¿Es esto malo o bueno?
Según Steven Pinker:
Los nuevos medios nos han enganchado por una razón. El conocimiento crece exponencialmente, pero la capacidad intelectual humana y las horas de vigilia no. Afortunadamente, Internet y las tecnologías de la información nos están ayudando a gestionar, buscar y recuperar nuestra producción intelectual colectiva a diferentes escalas, desde Twitter y las vistas previas hasta los e-books y las enciclopedias online. Lejos de hacernos tontos, estas tecnologías son lo único que nos mantendrá inteligentes.
El uso es bueno y el abuso malo. Un rato con la consola es bueno y tres horas diarias no. Tener una dieta variada es saludable y comer solo bollos perjudicial. El nuevo universo digital no es dañino ni nos limita. Por el contrario nos estimula y nos permite tener una visión más amplia y más rica del mundo en que vivimos. No solo es enriquecedor sino además imprescindible. Basta un poco de control y mesura para disfrutar de todo.
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