noviembre 26, 2011
El caso en contra de Cuevana
Entrada realizada a las
6:46 a.m.
Durante años descargué música y lo hice hasta que los estudios entendieran que no vivimos en 1995, que los CDs no son la forma adecuada de distribuir música cuando existe internet y que cobrar 14 dólares o euros por un disco es un abuso al consumidor. Spotify cambió ese hábito en mi sin que yo me diera cuenta. Ahora tengo practicamente todos los álbumes de una gran cantidad de artistas que me gustan en mi computadora, en mi iPhone, en mi Sonos, en casi cualquier lado. El precio es de 10€ mensuales que es menos que el costo de un CD hace menos de cinco años. Es algo justo, asumible, que no “siento” en mi economía personal.
Y al igual que muchos de ustedes, también descargo series. Busco torrents y los descargo para verlas en mi TV o en mi iPad. Lo he hecho durante años y lo seguiré haciendo hasta que los estudios responsables de generar este maravilloso contenido dejen de pensar como campesinos del siglo XIX y tomen la decisión de distribuir el contenido al mismo tiempo en todo el mundo por medio de herramientas disponibles desde hace años sin importar desde donde uno esté conectado.
¿Películas? Más de lo mismo. El Blu-Ray por mucho 1080p que sea, es un formato moribundo por ser físico. En España iTunes Movie Store funciona regular, tirando para mal, no por culpa de ellos, sino por culpa de los mismos de siempre los estudios, ofreciendo un catálogo corto que en su mayoría no está en idioma original, solo doblado al castellano.
Pero en todo el proceso de descarga de contenidos, a falta de algo mejor que me respete como consumidor, jamás hay el elemento de lucro. Yo no descargo películas para venderlas en el metro o la uso para re-distribuirla en una de mis webs y hacer dinero en el proceso.
Ese es mi principal argumento en el caso contra Cuevana: el descaro de crear un negocio (o un startup como su responsable lo llama estos días) basado en lucrar con el trabajo ajeno, saltándose unas cuantas leyes y hacerle creer al mundo que es parte de una revolución.
Desconocedores del tema comparan a Cuevana con Napster, dicen que es lo mismo, pero con video. Las diferencias son tantas, tan diferentes y tan radicales, que no debería cruzar por la mente de alguien.
Napster era una red de-centralizada de millones de usuarios con intención de intercambio de música sin intenciones o con el fin de lucrar por hacerlo. La gran revolución de este servicio no fue el todo-gratis, fue la popularización el uso de una red P2P donde muchos descubrían nueva música. Era mejor que ir a una tienda de discos porque por un lado había una selección musical radicalmente más grande y por otro lado no había la limitante de un disco físico, un click y en pocos minutos lo podía escuchar. Años más tarde tanto Apple como Spotify han solucionado el tema de la ganancia por la venta de música con precios justos pero un proceso igual o mucho más sencillo.
Cuevana es una web de un chico que decidió hacer stream de películas y series de televisión en un solo sitio usando a YouTube, Dailymotion Megaupload, BitShare, o Filefactory como fuente, capitalizando, por medio de publicidad, todo el tráfico de millones de personas con ganas de ver series y películas. Da igual de dónde sale el contenido, da igual cuál es la fuente del video, si haces dinero con el trabajo de otras personas, eres un pirata.
Su arquitectura está hecha de tal forma que se aprovecha de vacíos legales de la misma manera que un ladrón de guante blanco busca como cumplir una condena menor como el argumento que son un “buscador”, que son una herramienta y no están indexando sistemáticamente para después lucrar de ello. Pero la argumentación es tan débil que de comprobarse el rumor que ellos mismos están subiendo videos a Megaupload para después mostrarlos en el sitio, se confirmaría la intención.
Otra de las diferencias con Napster (pero suele usarse como uno de los argumentos a favor de Cuevana, por ellos mismos, inclusive) es la supuesta “distribución de cultura”, cosa que no es realmente cierta pues la “distribuyen”, pero siempre que se haga dentro de su propiedad y no en una red distribuída. ¿Por qué? porque así pueden capitalizar y monetizar el tráfico. El concepto de Cultura Libre de Cuevana se basa en un jardín vallado donde el contenido de terceros se ve en su propio sitio, con sus banners publicitarios y sus condiciones.
Esto no es acerca de la libertad de información, tampoco creo que sea una discusión sobre Copyright. Yo soy el primer defensor de la cultura libre, considero que las leyes de Propiedad Intelectual deben ser modificadas urgentemente para adaptarse a los tiempos actuales. Y como he explicado al inicio de este artículo, soy el primero en usar a Google para buscar y encontrar un torrent descargar una serie que otros están compartiendo.
La popularidad de Cuevana es una llamada de atención a toda una industria audivisual que aparentemente no veía posibilidades de capitalizar en la región el contenido que generan por medio de internet. Tal vez es hora de empezar a ofrecer servicios decentes pero sin catálogos descafeinados como sucede en Netflix o en iTunes. Ya es hora que Latinoamérica deje de ser tratado como ciudadano de segunda clase.
Mientras Cuevana no pague a los artistas como lo hace cualquier otro servicio legal tanto gratis como de pago (léase Spotify, iTunes, Netflix, YouTube, Google Music, Hulu y un larguísimo etcétera), mi caso y opinión sobre ellos será la misma: Estos son las personas que juegan en contra de la cultura libre, porque la confunden con piratería.
Por cierto. ¿Dónde están los cortos, películas y videos con licencias alternativas al Copyright? Para ser un sitio que supuestamente fomenta la cultura libre es sumamente extraño que el único contenido que puedo encontrar es el producido, en su inmensa mayoría, en Hollywood. ¿La realidad? al responsable de Cuevana le importa muy poco la cultura, la libertad o la reforma del Copyright. Su interés recae en cuánto dinero puede hacer en la menor cantidad de tiempo posible burlando a la ley actual.
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