Eran años maravillosos de estudiante de comunicación social. Trabajaba en un diario popular y me dedicaba a buscar muertos por toda Caracas. Para mi sorpresa, de una serie de personajes de la delincuencia nacional, resaltaba el Pata Seca, Peter Muro y El Mexicano: Oswaldo Martínez Ojeda.
El líder de la Megabanda tenía azotados a todos los blindados del país. Había construido una organización increíble de tres brazos armados que operaban en oriente, occidente y el centro del país, reventando a plomo limpio con armas de alta potencia robados al ejército y la guardia y llevándose el dinero para sus arcas.
Era un sujeto digno de película de mafia: Gemólogo de profesión, fue entrenado en guerra de guerrillas en el medio oriente y es experto tirador. En sus años, estuvo al lado del quien fuera el líder de la banda de Los Sanguinarios en los años noventa, cuando robaron un avión de Trasvalcar, asesinando a los pilotos y largándose a dominicana, donde los atraparon y los trajeron a Venezuela.
Oswaldo se escapa del dorado luego que los procesaran por el robo de Transvalcar. Obviamente la experiencia de andar por los caminos de tunante lo hace salir ileso de este gran escape de una de las cárceles más jodidas de Venezuela. Con el mensaje del ya sabrán de mi, quedó marcada en las paredes de El Dorado el escape más increíble de la historia. Su Compañero de correrías, el Capitán Avendaño, muere de tuberculosis en la misma cárcel años después.
Muchos policías tienen sus historias con este señor: León, Simonovis, Sixto Peña, entre otros, forman parte de la historia de estos sujetos, que siempre han sido los padres de los roba bancos y blindados en la historia.
De manera sorpresiva, la megabanda cae gracias a la estupidez de sus menores, que se iban de farra con billetes pequeños en Chacaíto o se compraban carros con efectivo en una agencia. Así llegaron al Negro Chacín su mano derecha, dejando así desarticulada a una organización delictiva que se comía con creces los fatídicos hechos del avión de Transvalcar. Pero el tipo era escurridizo, era zorro viejo y escualo al mismo tiempo.
Periodistas, como María Alejandra Monagas tiene cuentos interesantes por contar, como cuando se le ocurrió escribir sobre los ojos del fulano. El tipo la llamó y le agradeció la nota, como si se tratara de un artista de televisión. Otros cuentos, como el otrora Carlos Pérez, contaba que una vez lo saludó un hombre que no ubicaba, cerca de los predios del CICPC. Un comisario que lo reconoció, le dijo quien lo había saludado tan efusivamente. Era sin duda, Don Oswaldo.
El mismo Sixto Peña Bernal le pude ver la cara de yo no sé qué cuando la guardia le echo el guante, no sé si era de frustración de no haberlo agarrado el mismo o de alivio que lo habían agarrado, pero el hecho es que lo habían agarrado. Yo mismo estaba ilusionado con la idea de que lo llevaran al CICPC para que lo interrogaran o algo. Eso no sucedió.
A Oswaldo Martínez Ojeda lo mataron. Quién sabe qué fue lo que paso, pero en fin, al sujeto se lo llevaron en bolsa a su última morada: Paz a Los Blindados.