noviembre 22, 2009

Clase política


Desde que la política tiene forma en mi mente (digamos desde que me puse a escuchar punk como a los 12 años) no entendí que era eso de la clase política. De hecho, me llamaba la atención que la clasificación de clases del marxismo no la encontrara en ningún lado. Con los años lo llegue a entender… la clase política tiene una diferencia fundamental de los pendejos que creen que la conforman: cuando hay eventos políticos, son los que se sientan en las tarimas.
¿Son los directores o los gerentes de las alcaldías? No, esa es la que se le llama la clase meritocrática que tiene la suerte de estar con los de la clase política, pero no lo son. ¿Chance de serlo? Quizás, pero no lo son. Podríamos decir que, sin pensar en ello mucho, la clase política vive a costilla de estos que tienen el poder de estar en la tarima sin silla, dirigiendo el evento.
Hay algunos de esta clase meritocrática que cuando llegan a la clase política creen que siguen siendo de la clase anterior (es decir, creen que se lo ganaron) pero son concejales, juntas parroquiales, esos cargos públicos que sirven para ayudar a los necesitados, es decir a sus esbirros de partido, que no está del todo mal, pero les hacen creer que son de aquella bien ponderada “clase política”.
Después está el perraje. Si, así le llaman. De hecho, así los tratan. Esta es la clase, que no tiene nada que ver con el bienponderado pueblo, que si se cala sus actos completicos con el sol pegándole en el cogote y con la banderita del partido, la chupeta, la gorrita y la franela de color que nunca es blanca, porque eso, hoy, es pavoso.
Esta clase es la que se queja porque no la dejan subir a la tarima, porque cree que se lo merece. Que es la que reparte las franelas y las gorras en los actos y se quedan con diez porque se lo merecen. Son los que hablan por teléfono todo el día, al cual le meten saldo a costillas de su “jefe”, pero que no pasa de ser un celular de 50 bolos. Son, en fin, la “gente ocupada”, a quien la gente busca para cuadrar favores de sus líderes de partido, pero que no consiguen es nada. Eso sí, son los que gritan más y siempre están hablando de política, del partido, y de su trabajo tan maravilloso por media comisión que comparte con una amiga.
Es decir, son aquella clase sin clase.
Creo que por eso me gusta eso de ser pueblo. Es más sano aunque la plata no alcance, yo mismo me la gano. Y lo de la tarima, pues será cuando toque punk de nuevo…

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