diciembre 15, 2011

La fulana web 2.0


Hace unas semanas escribí que los nativos digitales son un mito, ahora, en la misma línea de mitificar ciertos términos generadores de humo, pienso exponer algunos argumentos sobre la llamada “Web 2.0”.
Desde que Tim O’Reilly acuñó el término en el año 2004, han aparecido no pocos gurús que aseguran tener la fórmula mágica para sistematizar esa lógica digital y ofrecer “muchas ganancias” vendiéndose como expertos. Estos (muchas veces autodenominados) gurús, se han multiplicado exponencialmente desde la explosión de las Redes Sociales, en principio con MySpace y sobre todo hoy con Facebook y Twitter.
Tim O’Reilly mencionó hace poco que el término está obsoleto. De inmediato, los gurús comenzaron a hacer conjeturas sobre lo que vendrá, esgrimiendo números cada vez más altos, pero que todos terminan en “puntocero” y algunos, más audaces, hablando incluso de una “Web al cuadrado” (¿?)
Cuando O’Reilly habló de la Web 2.0, se refería a una serie de sitios en Internet, casi todos sobrevivientes de la explosión de la burbuja .com, que mantenían una característica similar: los usuarios eran los que manejaban los contenidos.
Cuando en 1999 salió a la luz el Manifiesto Cluetrain, las Redes Sociales y la Web 2.0 ni se mencionaban, pero ya desde entonces se comenzaba a definir un nuevo modelo de comunicación en el que los intermediarios tradicionales desaparecían, dejando el camino libre a los creadores de contenidos y los consumidores, e incluso disolviendo la línea que separa a los unos de los otros. El Cluetrain llamaba a las corporaciones a entender lo que venía, cosa que aún hoy no ha sucedido del todo.
La “Web 2.0” se trata entonces de la distribución libre de contenidos, contenidos creados por las mismas personas que los distribuyen y con la finalidad de que sean transformados y colocados de nuevo en la red. Inteligencia colectiva, espíritu de colaboración y sobre todo muchaconversación. Más allá: la transacción entre creadores y consumidores de contenidos no necesariamente tendría al dinero como instrumento de intercambio. Los usuarios bien podrían colocar contenido a cambio de otros contenidos que le sirvan de materia prima para seguir creando. Estaríamos así ante una producción y distribución infinitamente continua y sin alcabalas de ninguna índole. Y eso estaría afectando a todo aquello que signifique conocimiento, cultura y bienes, incluyendo también a las ideas políticas.
Parece ser obvio que el término “2.0” es incorrecto e insuficiente para definir la revolución comunicacional a la que estamos asistiendo. No hablamos de una versión avanzada de algo, en este caso de la “Web 1.0”, sino de un concepto permanente, que se hará más o menos accesible conforme vayan mejorando las herramientas destinadas para ello (software, aplicaciones y gadgets), pero sobre todo conforme vaya avanzando la penetración de Internet en el mundo. La época de esa mal llamada “Web 1.0” fue una etapa prehistórica en la que simplemente estábamos llegando a un medio/ herramienta nuevo, con los vicios de los medios/ herramientas tradicionales. La“Web 2.0” es la Web que siempre debió ser, el antes fue un ensayo y el después serán simples facilitaciones de ese crear y compartir contenidos por medio de la conversación. Tampoco creo que la “Web 3.0″ o la “4.0” sean evoluciones del concepto de Internet, simplemente añaden nuevas funcionalidades y alcances al concepto original. Para ponerlo más claro: no puede haber una versión 2.0 de la conversación, puede tener nuevas dimensiones, enfoques u observaciones, pero no una “evolución”.
De forma más clara, Ignacio Rodríguez lo dice en un artículo en Internet  titulado “La Web 2.0 no existe”, donde dice que “…la web ha sido social desde sus inicios, y su uso social se ha incrementado con su masificación, no con elementos técnicos”. En ese mismo artículo, el autor recomienda utilizar otro término: la Web social. Yo pienso que esto ya no puede limitarse solo a la Web, por eso prefiero hablar de Comunicación Dialógica, y si me apuran mucho, simplemente deComunicación, a secas.
Entonces, ¿cuál es el futuro de esta revolución? Yo pienso que el futuro está marcado por la expansión de la conversación, que superará en el formato digital, alimentará nuestra vida diaria y cambiará nuestra manera de relacionarnos off line. Veo en el futuro marcas competidoras hablando entre sí, y ambas con sus mercados. Veo a los mercados dejando de llamarse “mercados”, comenzando a llamarse con sus nombres y apellidos, conversando y definiendo las cosas que quiere consumir. Veo la muerte de los formatos físicos que se utilizan de excusa para generar dinero. Veo un mundo donde lo virtual y lo real dejarán de ser categorías distintas. Como bien dice Hernán Casciari: “Internet llegó para unirnos”, y esa unión no se limita a lo físico, se abre a la vida misma, a las cosas que antes estaban ocultas y ahora se colocan “a la distancia de un clic”.
El que de entrada le pone precio a esta relación, no está entendiendo de qué va esto. Por los momentos, estamos viviendo el epicentro de esta revolución, y como tal, ocurren desviaciones y aberraciones que se pueden considerar normales. Hay decenas de términos que solo buscan la finalidad de sacar el mayor provecho económico posible a algo que a algunos les explotó en la cara. Tarde o temprano voltearemos a ver el camino recorrido y nos daremos cuenta que en realidad no fue que descubrimos un nuevo modelo, sino que finalmente adoptamos el modelo que siempre debió ser.

Por Yimmi Castillo

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