septiembre 04, 2008


Se dice, no me vayan a echar la culpa, de que los locos dicen la verdad. No lo puedo negar ya que siempre una conversación con ellos puede resultar, pese a que no lo parezca reveladora.
Digamos que el día comienza así. Salen en la mañana y te consigues al gordito que siempre te pide real de la misma manera. Comienza como 20 metros antes a decirte “Señor, por el amor de dios, sería tan amable de hacerme la caridad de ayudarme con una moneda, es que tengo hambre y no he comido en días”. De ahí hasta que termina uno ha pasado a su lado por lo menos unas cien veces y el tipo nunca te ha logrado atajar con la moneda en la mano. Lo triste es que cuando uno lo ve se acuerda más de la elocuencia del míster que en lo que está pidiendo. Al final no le doy nada.
Más adelante esta un loco cantando una canción de Daniel Santos, recordando seguramente un a un gran amor, pero con la particularidad que baila y canta la canción con un motor en la mano, el cual después de un estribillo lanza al suelo dejando que se le salgan las piezas de metal que recogerá y venderá para comprar unas cuantas piedras.
Más adelante, ya en el por puesto se monta un chamo medio ciego con una elocuencia bárbara. En medio del autobús entrega un chocolate a todos los tripulantes de la unidad y explica en menos de 20 segundos que está vendiendo un chocolate importado que en las tiendas cuestan 5 mil, pero que él, en ese momento, hace la especial oferta de tres por seis mil. Destaca que podría estar haciendo cualquier cosa, pero prefiere vender chocolates porque es una persona honesta. Le compro los chocolates pensando que algo bueno se puede hacer en la vida, así sea comprando chocolates.
La mañana pasa apacible entre cosas de la oficina. En el almuerzo es común ver uno que otro por ahí. Un señor que le falta un pie tirado en la mitad de la calle sobre un cartón, pidiendo una moneda. Una señora gorda, muy gorda, con un bebe en los brazos, pidiendo una moneda para darle de comer a la niña. Me molesta, porque algo podría hacer para mejorar las cosas, pero prefiere pedir a ver que le cae. Una señora mayor sentadita y vestida de azul, despeinada y flaquita, con la mano extendida. Todo eso en el camino de mi trabajo al Lido, que son más o menos dos cuadras.
Hacia el otro lado de la cuadra, ya llegando hacía Chacaíto, están los pastores. Estos son de verdad una raza aparte. Vestidos con sus ropas viejas, de colores discordantes, pero yo creo que llenos de fe, aunque me parece que con respecto a eso de la fe, si que no están muy claros que digamos. A veces, si logras escucharlos, puedes captar cosas increíbles. Temas como la homosexualidad, la familia, el dolor, los cachos, cualquier cosa que parezca mundana, son capaces de verlas como tentaciones del demonio. Dígame el tema de la homosexualidad (y para mas colmo, hay que ver la cantidad de homosexuales que hay por esos lados), las cosas que dicen son tan duras que pueden herir susceptibilidades de cualquiera, pero a veces no se que tenga que ver eso con la biblia. Siempre hay gente que aplaude, pero más que por lo que dice es porque se calla creo yo.
Ya la en la tarde uno encuentra a los payasos. Desde hace un tiempo para acá hay muchos argentinos, chilenos, uruguayos, y unos cuantos criollos, que se han dedicado al arte de calle. Y es interesante algo así, porque nunca en mi vida había visto tantas cosas buenas en mitad de la calle. Payasos, malabaristas, equilibristas, cosas con fuego, cosas increíbles como las danzas de las telas colgadas de un árbol. No sé, pero creo que ese es un tema que habría de profundizar más adelante. En mi caso creo que podría pasar la tarde viendo a estos sujetos hacer sus locuras.
Ya en el Metro, pasan otras cosas. He visto raperos, gente que canta vallenato, canciones de Arjona, Vos Veis, cualquier cosa, para después pasar la gorra a los presentes. Hay cosas muy buenas, hay cosas terribles, pero el hecho es que lo están haciendo y eso era algo que antes no se veía en la ciudad.
En la salida sale un loco y me pide una moneda, y hace el comentario de lo dura que esta la vida. “el otro día me metí en un lugar a ver si me comía una sopa. Y una vaina así chiquitica costaba 15 mil bolos (ya son solo 15 bsf, pero la gente no se acostumbra). No chamo no se puede así”. Un chamo, con cara de drama, con vocecita de jeva y peinadito marico pide para el pasaje. De vez en cuando aparece uno que va para Cúa y no tiene cómo. Y hay que ver lo que tiene que pasar uno para llegar a su casa, que sólo pensar lo que debe pasar este mortal para llegar a la suya da dolor. Capaz es mentira todo eso, capaz es que se van a fumar un porro o simplemente se ha convertido en su oficio. El asunto, y es lo que me preocupa, es que están ahí pidiendo real por alguna razón. Eso es lo realmente grave.
Ya llegando a la casa, esta un loquito con un desodorante de spray con olor de floral. Cuando me ve se ríe y me dice, “coño chamo hay que aprovechar, porque todavía tiene”. Que se hace, ¿no?

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