enero 21, 2007


1
Sandra me volvió a llamar. Me dijo que era una cosa urgente y que no podía esperar. Diciembre estaba en las calles y llegar al centro de Caracas era un asunto complejo. No se puede caminar y mucho menos para llegar a la tienda. Sentí la presencia de varios tipos que tenían ganas de robarme, pero uno de ellos, que se presentó frente a mis ojos, hizo una seña y asentó con su cabeza. Con una reverencia me dio paso adelante. Algo bastante extraño.
Al llegar a la tienda la negra me dijo que subiera frente a la presencia de un sin número de compradores de baños y esencias. Una morena, muy parecida a Elena, me trancó el paso cercano a la escalera. Elena la volteo con la mirada y ella con ojos de regaño dejo que pasara no sin cara de desconfianza.
“El es amigo de la señora”, le dijo en voz baja.
Sandra me esperaba. Se sentía desde la escalera colorida. Era algo nuevo. Era la sensación de la espera que la bruja emanaba. “Tienes que aprender a percibir. A sentir lo que el universo te muestra. Tienes que aprender a limpiar tu mente para ver con claridad. Te falta mucho, Abre los ojos”. Me dijo Sandra una vez.
En la mesa estaba una nota que decía, “espera”, junto a aquel te de coca que sabía que estimulaba mis pensamientos y abría mis sentidos. Había un libro cerca. El cuero desgastado, como de costumbre, con la cinta roja roída marcando la pagina 156, que aunque estuvo complicado comprenderlo por mi falta de práctica en latín antiguo, decía más o menos lo siguiente:

“Sólo el cantar de la tristeza de una doncella puede dar vida al ave negra de la muerte solar. Sólo el canto del ave, puede acabar con la noche que cubre su corazón, pero el sacrificio de ambos sea justo con el dolor y el renacimiento de un alma”

Sandra, a quien solía vestir de blanco, hoy estaba más gris que nunca. Su piel estaba muy blanca, más que de costumbre.

- ¿Qué te pasa?
- Es el pasaje. Tengo algo que mostrarte.

Me pidió que la siguiera al cuarto contiguo, a través de la cortina de cuentas rojas y negras, hasta hoy, un terreno inaccesible para mi entendimiento. Estaba lleno de flores blancas, las paredes eran blancas, y en el centro había un altar de mármol blanco con una caja de terciopelo negro en medio.

- Es necesario que entiendas que todo lo que va a pasar de hoy en adelante es más poderoso que nosotros dos juntos.
- Cualquier cosa es más poderosa que yo… Sandra, lo sabes que yo de esto…
- Calla… Escucha… Abre los ojos.
- Si señora…
- Llevo más de 30 años cuidándolo, y al parecer sólo tú puedes ser el mensajero para quien puede cumplir la profecía. Este es el huevo de un cisne negro. Y sólo una doncella puede hacerlo nacer como la profecía lo dice. Para eso tienes que protegerlo con esta daga.

Sandra me entregó una daga con una piedra oscura en medio. De la empuñadura. Era la daga es la llave, sólo me dijo eso.
“Y ahora” pensaba yo, cuando caminaba por el centro de Caracas con la caja que contiene un huevo. ¿Pero qué es?
Me senté a fumar frente a la iglesia de Santa Teresa, al pie de la campana. No me quedaba otra: llamar a Nathaniel.
Entre a la iglesia. Caminé por el pasillo entre los bancos centrales. “Ad Magis Dei Gloriam”, grité en la nave central. Al minuto se asomaba un hombre calvo y alto, con tez vasca, y me dijo “amen”.

2
El cura caminaba de un lado a otro, vociferando groserías. Aludía a que yo era más pendejo que nadie al meterme en semejante lío con lo del huevo y la doncella. Después de caminar y vociferar por más de media hora, Nathaniel se sentó, se sirvió estrepitosamente vino en un vaso que tenia sobre la mesa, oculto entre un sin fin de papeles y lo tragó sin mucho recelo. Luego miró al cielo.

Casi todos los sentidos simbólicos se refieren al cisne blanco, le llaman el ave de Venus, la mujer desnuda, la desnudez permitida, la blancura inmaculada. También hace referencia a su hermafroditismo, es mas­culino en cuanto a la acción y por su largo cuello fálico, y femenino por el cuerpo redondo y sedoso.
El cisne es la realización suprema del deseo, precisamente su canto, que no es más que el símbolo del placer que muere en sí mismo. Este mismo doble sentido del cisne es conocido por los alquimistas como el “Mercurio filosófico”, el centro místico y la unión de los contrarios, significado que corresponde en absoluto a su valor. Otros autores destacan que por su relación con el arpa y con la serpiente sacrificad: el cisne aparece como montura mortuoria, porque los símbolos esenciales del viaje místico al ultra mundo son el cisne y el arpa. Esto pareciera ser la explicación del misterioso “canto del cisne” moribundo.
El cisne es también medio pariente del pavo real, aunque en situación inversa. El cisne-arpa, correspondiente al eje agua-fuego, expresa la melancolía y la pasión, el auto sacrificio, la vía del arte trágico y del martirio.
En cambio, el Pavo Real, situado entre tierra y aire, representa el pensamiento lógico. Así como el caballo es el animal solar diurno, el cisne era el que tiraba de la barca del dios Sol a través de las olas durante la noche. Es evidente que la leyenda de Lohengrin se halla en relación con este mito.

Dijo el cura de manera muy académica, sin que pudiera entender ni una sola palabra de lo que estaba diciendo, pues para mí, todas estas referencias eran bastante extrañas a mis estudios de esoterismo. “Escucha… Abre los ojos, hay muchas cosas que faltan por entender y cosas que yo no sé. Esto es solo parte de las cosas que te puedo explicar”.
No me quedó duda de que debía preguntarle por Lohengrin, a lo que sólo me respondió, “Escucha a Wagner”.
¿Y de donde joder yo saco alguien que me explique opera alemana de mediados de siglo antepasado?, pues quién más… ¡Palmiro!

3
Tomé el Metro. La gente me veía con cara de extrañeza pero se apartaba del camino. Una señora mayor, como de 60 años, me tomo de la mano y me sonrió. Luego me dijo que las cosas tenían que pasar por alguna razón y luego se bajo con una sonrisa en los labios. Al bajarme la gente se apartó para dejarme salir.
Sabana Grande estaba realmente extraña. La luz de tarde estaba empezando a estirarse por las calles de la gran avenida, pero el frío no dejaba de azotar a la gente. La basura alfombraba el piso, como todos los diciembres, pero extrañamente, era poca la gente la que caminaba por las calles atestadas de buhoneros.
Palmiro me abrió la puerta de su apartamento en Sabana Grande. Era un lugar pequeño pero cómodo. El olor rancio a cigarro empapaba todo el ambiente. “Qué coño haces tu aquí, si tu no tienes ninguna moral para verme a la cara coño de tu madre”, fue su recibimiento, luego del portazo en las narices. Segundos después abrió la puerta muerto de la risa, y me invitó a pasar.
Después del café saque la caja del huevo y le conté la historia completa. Su visión de químico, quizás de alquimista en búsqueda de la piedra filosofal, hizo que sus preguntas fuesen más que sus respuestas. Después de escuchar la historia con detenimiento dijo: “hay muchos huecos, no logro atar los cabos, todavía si fuera Guillermo de Ockham todavía, pero aún sigo siendo un simple mortal… ¿Lohengrin? ¿Era de eso que me hablabas de Wagner no?... déjame ver…”
Se paró de su silla y comenzó a buscar en su biblioteca. Sacó un folleto en alemán de una opera en Munich de hace unos cuantos años, y puso un CD que saco de entre una discoteca nutridísima. Donde supongo que cualquier otro no seria capaz de conseguir algo en especifico con tanta velocidad.
Levantó su dedo, con mucha elocuencia y con una sonrisa en los labios dijo: “Oft in trüben Tagen”, y comenzó a traducir del alemán al español cada uno de los movimientos de la opera de Wagner, que según explicó Palmiro, fue dirigida por primera vez por Liszt.

Cuenta de qué manera Elsa pierde a su hermano el heredero, Gottfried, y es obligada a casarse con Telramund, enviado del rey Enrique. Luego aparece Lohengrin, en una barca arrastrada por un cisne, con su armadura de plata. Este la desposaría si no le preguntaba quien era ni de donde venía. Elsa es obligada a hacer develar la identidad de Lohengrin. Elsa rompe sus votos y el decide dejarla, pese al amor que le tiene. Él es un caballero del Santo Grial, de nombre Lohengrin, hijo de Parsifal, y ahora que su secreto ha sido revelado ha perdido su poder y debe regresar.
Predice una gloriosa victoria para las armas alemanas; entonces aparece el cisne, arrastrando una barca vacía. Lohengrin le saluda: "Mein lieber Schwann", abraza a Elsa en una tierna despedida, le entrega la espada, el cuerno de caza y el anillo, para que se lo dé a su hermano Gottfried si alguna vez vuelve.
Luego Elsa se entera que ella transformó a Gottfried en un cisne, el que ahora sirve a Lohengrin; si Lohengrin hubiera podido quedarse también habría podido devolver a Gottfried a su estado natural, pero ahora la oportunidad se ha perdido.
Lohengrin cae de rodillas y reza. En respuesta a su plegaria, aparece una paloma sobre su embarcación, el cisne se sumerge en las aguas del río y aparece Gottfried. Los ciudadanos de Brabante vitorean a Gottfried, quien desde ahora les gobernará. La paloma conduce ahora la embarcación, en la que va Lohengrin. Mientras, Elsa, que lo ve marchar, cae sin vida en los brazos de su hermano.


Esa es la relación del cisne y le muerte. Este es un mito de un número de las “Memorias de la sociedad alemana de Königsberg” donde aparece ésta antigua leyenda germánica.
Palmiro, lleno de risa, ante mi extrañeza y mi duda, sólo logró alcanzarme a decir que esta historia es una herramienta estética para develar este rompecabezas del embrujo. “Escucha… Abre los ojos… La clave no está en el texto, está en la música”, dijo.
Llegue a la casa desconcertado. Dejé la caja sobre la mesa, y la daga al lado. Me lancé en el sofá a ver televisión y ahí quedé dormido.

4
Me desperté desconcertado con el ruido que hacia a la señora María en la cocina. Al verme la cara pensó que la rumba del otro día era una tontería al lado de lo que estaba viendo en mi cara hoy. Le pedí que no dijera nada, y le conté la historia del huevo y la daga. Muerta de la risa me dijo que había metido el huevo en la nevera con caja y todo porque no sabía para qué carrizo era eso. No tuve otra reacción ante tal torpeza sino que reírme. “El cuchillo ese lo puse sobre su mesa de noche porque yo se que a usted le gustan vainas muy raras”, reprochó con una ponchera llenas de medias sucias que iba a restregar en la batea.
Saque el huevo de la nevera, lo lleve a la biblioteca y lo coloque sobre la mesa mientras prendía la computadora. Me sirvió para ordenar toda la información que había recolectado. Eran necesarias retomar muchas cosas con diccionarios, libros y otras cosas que tenía por ahí guardadas en la biblioteca.
Un correo electrónico retumbaba en el MSN desde hace rato. Era de Leda.

“Negro, estoy en Caracas y quiero verte. Lo más seguro que pase hoy por tu casa en la noche. Espera mi llamada. Se te adora. Leda”.

“¿la niña de nuevo?”, me tomó de sobresalto la voz de María cuando entraba con yo no sé qué cosa para la habitación. Asentí con la cabeza sin voltear.

- Tu no puedes seguir en este asunto con la niña… - dijo arrimando una silla.
- No sabes las veces que he pensado en eso… Maria, es momento de que empiece a no dejarla venir más para la casa.
- Si es cierto. Es siempre cuando ella lo necesita, pero cuando usted la necesita no es capaz de aparecer.
- Bueno… eso es tampoco cierto.
- Yo lo único que te puedo decir es que esa bruja amiga tuya te dio esto es precisamente para que resuelvas estos asuntos que no terminas de entender. Creo que vas a tener que sacrificar algunas cosas para que esto se dé.
- ¿Y tú como sabes de esto?
- Yo soy como tu madre… sé cuando algo te preocupa. Y esto te lo dio la bruja para que lo resolvieras. Pero… ¿Cuánto estas dispuesto a dar?

Seguido de esto, sólo me basto recibir el abrazo de Maria que si no tengo que mentir, ciertamente se ha convertido en la madre que me ha dado los consejos que necesitaba en esta época. “Abre los ojos, negro, ten fe en ti… La niña te ama, pero no sabe que hacer, Es solo parte del sacrificio que debes hacer”.
Sonó el teléfono.
Continuará...