agosto 28, 2006


Adriana dice (11:24 p.m.):
Estas?
Negro dice (11:24 p.m.):
Si
Adriana dice (11:25 p.m.):
Ah, como apareces no conectado?
Negro dice (11:26 p.m.):
Ah si, es que me están ladillando mucho
Adriana dice (11:26 p.m.):
Tu que mas
Negro dice (11:27 p.m.):
Bueno, aquí escribiendo unas cositas…
Adriana dice (11:28 p.m.):
Tu y tus vainas…
Negro dice (11:29 p.m.):
Jejeje
Seh
La costumbre
Adriana dice (11:30 p.m.):
que estas escribiendo?
Negro dice (11:30 p.m.):
Unas cosas sobre brujería
Adriana dice (11:31p.m.):
Ahh y eso
Te metiste a santero???
Negro dice (11:33 p.m.):
No… es algo un poco más fumao…
Adriana dice (11:34 p.m.):
Negro…
Negro dice (11:35 p.m.):
Que
Adriana dice (11:36 p.m.):
Estee
Te puedo preguntar algo
Negro dice (11:39 p.m.):

Mjm
Adriana dice (11:40 p.m.):
Esteeee… es que me da pena…
Negro dice (11:40 p.m.):
Dime…
Adriana dice (11:41 p.m.):
Pos bueno, tu que piensas del sexo por aquí
Negro dice (11:42 p.m.):
Como…
Adriana dice (11:43 p.m.):
Si, que piensas del sexo por acá
Negro dice (11:44 p.m.):
Bueno… ha pasado
Adriana dice (11:45 p.m.):
Como es eso que ha pasado
Tú como que lo has hecho
Negro dice (11:46 p.m.):
Por si
Una vez
Como a trece horas de distancia
Adriana dice (11:49 p.m.):
Jijijiji
Que loco
Yo no se pero yo no se si esas cosas valen la pena así
No se como que no tiene sentido
Negro dice (11:53 p.m.):
Ah bueno
Claro que no hay nada mejor que hacerse las cositas de la manera tradicional
De la manera analógica pues.
Adriana dice (11:54 p.m.):
Jajaja si
Negro dice (11:55 p.m.):
Pero a veces es bueno para usar la imaginación
Tú sabes
Para encender la mecha
Adriana dice (11:57 p.m.):
Ah, eso suena bien…
Negro dice (11:58 p.m.):
Si si suena bien
Y que
Te lo han propuesto
Adriana dice (11:59 p.m.):
Esteee
Negro dice (12:02 a.m.):
Siiiiiiiiiiiiiiiiiii te lo han propuesto…
Adriana dice (12:04 a.m.):
Una vez…
Jajajaja pero me da pena
Negro dice (12:06 a.m.):
Deja la bobería
Sabes que te gustaría probar
Adriana dice (12:08 a.m.):
Bueno, no estoy tan segura
Es que debería ser algo muy muy arrecho
Es como hacerlo por teléfono
Negro dice (12:10 a.m.):
No me digas que no has tenido tu cebo telefónico en tu casa?
Adriana dice (12:14 a.m.):
Bueno
Asi asi como cebo telefonico no
Pero si uno se empieza decir cositas y bueno uno como que se entusiasma
Negro dice (12:16 a.m.):
Aja
Adriana dice (12:18 a.m.):
Y bueno uno tranca el teléfono toda acalorada
Negro dice (12:20 a.m.):
Ah si
Y que se dicen
Adriana dice (12:24 a.m.):
Bueno
Mi novio comienza a preguntar cosas de cómo ando vestida y esas cosas
Negro dice (12:27 a.m.):
Y tu que le dices
Adriana dice (12:29 a.m.):
Negro me da pena
Negro dice (12:34 a.m.):
Ahhhhhhhh ni que se lo fuera a decir a alguien
Adriana dice (12:34 a.m.):
Siempre le digo que ando en pijama aunque sea mentira porque así se imagina la cosa
Negro dice (12:36 a.m.):
Bueno la cosa es más o menos así aquí
Por cierto como estas vestida
Adriana dice (12:38 a.m.):
NEGRO!!!
Negro dice (12:40 a.m.):
Que que pasa
Adriana dice (12:42 a.m.):
Bueno coño
Son como las 1 de la mañana
Tengo pijama
Negro dice (12:46 a.m.):
Aja
Adriana dice (12:48 a.m.):
Son unos chorcitos de piolin
Negro dice (12:50 a.m.):
Aaaaaaaaah la mataste!
No sabes como odio a piolin
Adriana dice (12:52 a.m.):
Y eso
Negro dice (12:56 a.m.):
Bueno una vez estaba con una muchacha… diría yo una niña
Y bueno
Resulta que cuando le estaba quitando la ropa tenia en la ropa interior
Un piolin en la parte de atrás
Como odio a pollo hidrocefálico ese
Adriana dice (12:59 a.m.):
Pero si me quedan sexy
Negro dice (1:01 a.m.):
Tendrán que verse demasiado sexys para que me puedas convencer…
Adriana dice (1:04 a.m.):
Jajaja
Un síndrome de estress postraumatico con piolin
Es la vaina mas loca que he escuchado en mi vida
Negro dice (1:06 a.m.):
Bueno
Para que tu veas
Adriana dice (1:07 a.m.):
Ah bueno
Te parece si mañana me cambio de pijama y seguimos la conversa…
Negro dice (1:10 a.m.):
Ah!
Bueno
Eso puede ser
Adriana dice (1:12 a.m.):
Si
Negro dice (1:13 a.m.):
Si
Adriana dice (1:14 a.m.):
Siempre hay una primera vez no?
Negro dice (1:15 a.m.):
Aja

agosto 23, 2006


Sea como sea, es viernes. Es viernes y llueve. Lo peor es que cuando llueve, nos quedamos todos en la casa y es mucho más probable que nos quedemos toda la noche sin hacer nada. Mercedes, mi compañera de apartamento, no ha llegado y por eso me di a la tarea de sentarme a cocinar para los dos. Mercedes y yo somos muy buenos amigos. Desde que terminamos la universidad hemos pasado muchas cosas, y por tanto decidimos que la mejor manera de resolver nuestras vidas de manera particular era intentando independizar nuestras existencias y lanzarnos a vivir juntos a la gringa en un apartamento pequeño en Bello Monte, donde por suerte, tenemos todo cerca. En la parte de abajo del edificio hay una Farmacia. En la cuadra del frente hay una panadería. En la parte de atrás hay un automercado. Pasan taxis, carritos, y si caminas un poco más, logras llegar al Metro sin mucho matarse.
No puedo negar lo atractiva que es Mercedes. Es una muchacha alta, de ojos verdes, con un rubio nada natural, pero que a decir verdad es uno de los mejores inventos que se le ha pasado por la cabeza. No dejo de fastidiarla cuando los fines de semana se pasean en su bata de algodón por toda la casa con su cabello recogido a media cabeza, porque por más piropo que le diga, ella sigue pensando que esta muy gordita.
Nuestra amistad se había consolidado desde que hace algunos meses conseguimos alquilar este apartamento, que de pana hemos llenado a punta de donaciones de gente que le sobran muebles. Uno de ellos nos los donó Soledad Morillo, un sofá verde muy cómodo, pero que honestamente no tiene nada de elegante. El otro sofá nos los dio Mariana Mendoza, que se estaba mudando a un apartamento más pequeño y no sabía que hacer con el monstruo que tenía en la sala, y como éste entraba por la puerta, decidimos cuidárselo mientras tanto. La nevera era una cosa vieja que tenía mi madre en el maletero de la casa. De verdad que para ser vieja, es una máquina que aún le quedan unas cuantas reparaciones más, porque es maravillosa para mantener la cerveza fría. La cocina la compró Mercedes en una barata que fuimos. Nos las tuvimos que traer en taxi. Por suerte, un chamo que tenía una pick up con la que estaba haciendo unas carreritas. Lo cómico es que se convirtió en uno de los asiduos de la casa.
Los cuartos si eran una cosa más particular. Mercedes se reía porque cuando nos mudamos no tenía más opción que dormir con el colchón en el suelo, hasta que logré conseguir dinero para comprar a crédito algo un poco más decente.
La biblioteca si fue un asunto más complicado. Estuvimos trabajando un fin de semana completo entre los dos tratando de hacer un mueble para los libros, más que bonito, resistente, porque entre los míos y lo de ella hacíamos una biblioteca pública. Algunos, de la maestría, se iban al cuarto, donde tenía la computadora, honestamente el lugar más desastroso de toda la casa. Ella tenía su laptop, pero yo, tenía me camastrón de mesa con la que pasaba horas conectado por Internet, hacia mis cosas de edición de video y diseño, y por supuesto, escribir.
Al final, la escuela de comunicación si que nos pasó como aplanadora. Mercedes seguía trabajando en la revista como editora, pero de vez en cuando le salía sus tigres como fotógrafo. Entonces arrastrábamos los sofás a una esquina e improvisábamos un estudio en la sala. Para eso nos habíamos inventado un intento de iluminación que hasta hoy nos había funcionado bastante bien. A veces hacíamos cosas con la cámara de video y nos divertíamos bastante. Una vez, con unas amigas, hicimos un video por aburrimiento, ellas bastante ligeras de ropas y algo húmedas… pues resulta que hoy es uno de los videos mas vistos en Internet. Mercedes estaba roja de la pena, pero no conozco vez en la que ella no se haya amilanado. Además que sus fotos quedaron de exposición.
En la mendigadera de cosas, logramos conseguir un televisor usado y compramos un DVD con dinero donado por Fundafamilia. Así, los fines de semana nos las pasábamos viendo películas. Como siempre, había muchos videos musicales, para alimentar nuestra necesidad melómana. Precisamente, conseguimos un amplificador y unas cornetas baratas en un lugar escondido en Chacao, y con un Discman mp3 podemos escuchar toda la música que queramos… en fin, creo que son las únicas cosas que hemos comprado. Estoy casi seguro que si esto fuera por noviazgo no hubiéramos conseguido ni la mitad de lo que tenemos.
El pollo estaba empezando a hacerse y el arroz estaba listo cuando sonó la puerta. Mercedes estaba bañada de pieza cabeza y parecía un pollo mojado, para más colmo, venía pataleando de la calentera porque de verdad estaba muy bellamente vestida. Al verla chorreando agua fui corriendo al baño y le busque una toalla para secarla. La lleve al baño para sentarla en la poceta y comenzar a quitarle las medias y los zapatos. Le sequé la cabeza como un muchachito chiquito y sólo alcanzó a decirme entre sus pucheros “coño de la madre me sequé el cabello hoy”, a lo que intenté no soltar una carcajada porque sé muy bien que significa eso, en especial cuando tengo una madre peluquera.
Sus pecas se dibujaban bajo su camisa blanca mojada. Se notaba en sus hombros dorados. En su pecho húmedo. Bajo su dije de oro con una virgen de nácar que aún no he podido identificar cuál es. Tuve que dejarla en el baño porque tenía que darle la vuelta al pollo. Mientras se echaba un baño, terminé de cortar el tomate y el berro para la ensalada. Abrí la lata de palmito y lo corté en rodajas. Serví la comida en la mesa de centro, que es un regalo de la mamá de Mercedes, con sus cositas bien acomodaditas, como me gustaba a mí, porque si es por ella come en el sofá verde. Saqué una botella de vino que nos quedaba de aquellas fiestas del día del periodista pues la única manera de exterminarle el stress es con vino blanco frío.
Cuando salió del baño se sorprendió que la cena estuviera lista. No era común que la consintiera de esa manera. Generalmente cada cual se resolvía su asunto por su lado. Se sentó a comer con muchísimo gusto, aunque rió a carcajada limpia cuando se dio cuenta que estábamos bebiendo vino en vasos de mermelada. “un día de estos vamos a ver quien le sobra unas copas por ahí”, a lo que le respondí que aún no conozco a nadie que desprecie unas copas.
Después de comer, Mercedes puso música. Prendió un cigarro, y se sentó en el sofá a cepillarse el cabello. En un rato después, me senté en el sofá y en un arranque de yo no se que le pasa, se recostó de mi y empezamos a conversar de miles de cosas que teníamos sin hablar.
Empezamos a hacer una pesquisa de quién era capaz de regalarnos unas copas de vino blanco, aunque las de tinto tampoco nos vendría mal. Después nos dimos cuenta que debajo de la mesa de centro no le vendría mal una alfombra verde, que combine con la pared donde está la biblioteca, verde también.
De hecho, siempre pensamos que uno de los cuadros de Ricardo Aliotty, papá de Yelitza, era perfecto para la pared contraria, porque como era morado, se podía ver bien interesante, el asunto que le comenté es que el cuadrito en cuestión costaba unos cuantos millones, y que era más fácil pedírselo prestado para ver si alguno de nuestros amigos snobs se le despertaba el interés por el cuadro y nos podíamos quedar con una comisión.
Hubo un silencio incomodo, y no pude dejar de ver sus labios rosados. Sus ojos verdes me miraban hacia arriba y sus pecas me provocaban. El beso fue inevitable.
Es sábado, sábado de lluvia y de no hacer nada. Amanecimos arropados en el sofá verde. Ella dormía acurrucada en mi pecho. Daba mucha risa, porque babeaba cuando dormía. Una ternura como ésta se dejaba pasar.
Era inevitable admirar a una mujer que había vivido tanto tiempo conmigo y que habíamos logrado tanto. Pero el sentimiento de culpa, ese del no debía haberlo hecho, era más fuerte que yo. Pero ella era demasiado mujer para dejarla ir. Mis viejos ya habían dicho que eso iba a pasar tarde o temprano, pues mi papá siempre dijo lo atractiva que era Mercedes, aunque la calificaba de loquita. Mi madre decía que era muy linda pero que no debía inmiscuirme con mujeres de ese tipo por salud mental.
Sus viejos, por su parte, decían que ella no era capaz de aguantarme más de un mes porque éramos demasiado parecidos de carácter. Además que las peleas nuestras cuando estábamos estudiando eran de marca mayor. De hecho, mi novia para aquel momento, decía que no entendía como podíamos terminar las cosas que teníamos que entregar. El Novio de Mercedes decía que gracias a dios ella peleaba conmigo, porque se le quitaba las ganas de pelear con él.
Era sábado y llovía. Y aun no entiendo como esto puede estar pasando.
En la tarde paró de llover y salimos juntos a hacer mercado. Siempre se nos pasaba la mano con las cosas que necesitábamos. Lo bueno es que en la casa siempre había comida para alimentarnos. La neverita estaba llena y eso nos tranquilizaba. Esta fulana crianza de nosotros de que la felicidad venía con una nevera llena nos acostumbró a tener esas cosas al pelo.
Nos sentamos en la alfombra verde que nos dio la vecina del ocho a ver Globovisión y comer galletas con Cheez Wez. Al final pusimos una película de esas que habíamos encontrado en Sabana Grande, pero el aburrimiento nos llevó a los besos y a los toqueteos desenfrenados. Mercedes saco la cámara y comenzó a tomarnos fotos en el sofá. Algunas eran casi incompresibles. Entre cosquillas y fotos terminamos echados en el sofá viéndonos las caras, uno sobre otro.
- ¿será que esto vale la pena que nos pase?
- Pues no sé, yo no estoy pensando en esas cosas. ¿Sabes?, de verdad que para estar aburrido es la mejor tarde que hemos pasado juntos.
- ¿Te lo esperabas?
- Nunca… por eso es que me gusta tanto.
Se recostó en mi pecho y quedo rendida.
Es domingo y seguía lloviendo. Yo estaba sentado en la computadora esperando un correo electrónico de un amigo que tenia una oferta de trabajo para filmar un documental en el llano sobre Música que quería llevar a Europa. Ella devaneaba su silueta en el baño, enrollada en la toalla, mientras se secaba el cabello. Estaba tarareando una canción. De cuando en vez se asomaba con una morisqueta y seguía cantando. Entró a su cuarto a vestirse y sonó el teléfono.
Al salir, se sentó en mi cama. Con aires de preguntarme algo.
- Negro...
- Queeee…- pregunté cantando la respuesta.
- Sabes que estuve pensando…
- Aja
- No se si esto que nos esta pasando sea bueno o no sé.
- Bueno, por que lo preguntas.
- Porque me siento que estoy faltando a mis principios sabes… - Ahí tuve que voltear y verla a los ojos.
- ¿Por qué?
- Porque creo que somos amigos desde hace tanto tiempo que de verdad no deberíamos…
- Si, yo también pensé en eso… ¿pero no crees que si vamos a vivir la vida como es no es mejor hacerlo con tu mejor amigo? – eso valió el abrazo y el beso que me dio. Creo que fue uno de los besos más hermosos que me han dado.
Es miércoles y dejó de llover desde el lunes. Mercedes, pidió unos días libres en la revista y el lunes se fue a Puerto la Cruz a visitar a la familia. Hasta entonces no habíamos hablado de más nada.
A eso de las 5 de la tarde me llama para decirme que está llegando a Caracas. “Por cierto, no crees que deberíamos convertir uno de los cuartos en estudio”, preguntó. Me estremeció a tal punto que solo atiné a responder: “¿y que hacemos con el otro cuarto?, porque al final siempre dormimos en el sofá verde”. Una risa nerviosa de los dos ayudó a concluir que eso es para los días aburridos de lluvia.

agosto 18, 2006


Hay muchas maneras de describir una mujer. Muchas cosas que decir de ellas. Muchas que pueden hacerte suspirar cada vez que un recuerdo choca con tus sentidos. De eso se trataba mi conversación con una amiga que no oculta su lamentable gusto por las mujeres; lamentable, primero por todos los complejos asuntos que le ha hecho pasar su sexualidad distraída, y segundo, porque definitivamente es una mujer espectacular.
Entre un cigarro y otro, llegamos en una libre conversación sobre mujeres. Ella me empezó a explicar los asuntos de su sexualidad. Describía a la mujer desde la belleza, más que desde el morbo.
Empezó a describir las formas, las hendiduras, los pliegues naturales de la piel que pocos hombres se atreven a descubrir. Describió cada mirada, cada mordedura de los labios, cada arruga de la boca cuando el placer allana lo prohibido.
Narró cada roce de la piel de dos cuerpos femeninos, de las manos, de los labios, de los senos acariciándose entre sí, de los cabellos que caían en el cuello firme. Narró cada peca y lunar. Narró cada movimiento de sus dedos que trataban de recordar, por medio de la yema de los dedos, cada centímetro de la estética de mujer.
“¿A qué huele?”, pregunté. Una sonrisa extraña, como preguntándose a que venía mi pregunta, se dibujó en su rostro de mirada esquiva. “Nunca pensé que preguntaras eso”, me respondió, para luego darme detalles de los dulces olores del placer. Describió cada una de las partes de una mujer, cada una con un olor particular. Sin embargo, no dudó en recordar las propiedades del perfume.
“Un perfume es una herramienta de placer. Es como una marca de mujer. Es como aroma a dama oculta que quiere ser descubierta por quienes la perciben. De hecho, no son todos los capaces de percibirlo”, dijo. La conversación continuó largas horas, hasta que, en un silencio extraño, me preguntó por qué me gustaba el olor…
Mis razones eran las mismas que ella daba…

* * *

Eran como las tres de la tarde y no tenia mucho que hacer. Salí de la oficina con la idea fija de buscar algo que me tranquilizara el ocio. Lo único que lo hacia era caminar largamente por el boulevard. Los buhoneros cundían las calles con sus baratijas y la lluvia había alborotado los hedores de la ciudad.
Así, poco a poco, me distraje viendo discos quemados, DVD’s, ropa, y otra cantidad de objetos que la gente compra de barata. El camino me llevó al centro comercial. Era el mismo ambiente pero más caro.
Tres niñas pasaron por mi lado. De repente un aroma conocido pasó por mi nariz. Era inevitable voltear a ver a las niñas para observarlas. Los jeans ajustados y a la cadera. El cabello suelto. Su aroma inigualable de mujer. Eran tres niñas espectaculares. Al mirar a mí alrededor me encontré cientos de muchachas. Todas con un aroma diferentes, todas con un mensaje diferente. Todas decían algo con su perfume.
En el caminar distraído, una muchacha me dio un papelito con perfume. Y me llevó a la perfumería. Recordé las palabras de mi amiga. Un frasco significaba muchas cosas en el perfume. Era la forma de la botella, la caja especialmente diseñada para el envase, era el color, la tipografía, pero sin duda, el perfume, el alma.
Por qué una mujer se entrega a un aroma de tantos. Por qué una mujer busca una aroma y no otro. En que piensa cuando compra una botella del perfume que le gusta. Por que cuando tiene varios, usa uno para algunas cosas y otros para otras ocasiones. Salí de la perfumería con un frasco de perfume, sin pensar que esa botella iba a darme nuevas experiencias. Pero eso es una historia que aún no tiene sentido contar.

* * *

No pude hacer más que preguntarles a mis amigas todas estas preguntas que tenía. Encontré respuestas insólitas, otras de verdad muy normales. Otras muchachas a duras penas respondieron algunas de las preguntas por ser sumamente íntimas, las que somos incapaces de conocer los hombres, las respuestas que sólo los curiosos somos capaces de buscar.
“La sensualidad no se encuentra en el cuerpo, se encuentra en todo lo demás. En la mirada, en los ademanes, en la palabra, en la forma de llevarse el vaso a la boca. El aroma, es sólo una herramienta para hacer notar la sensualidad”, dijo una amiga, antropóloga.
Otra, cocinera dijo algo más simple, “yo cocino por los sentidos”. Suena raro y pareciera que no tiene nada que ver con esto, pero explica con esto que va a depender de muchas cosas el perfume que usan, la ocasión, el gusto, pero sobre todas las cosas, tiene que ver con la sazón del ánimo.
Una de ellas me contó que ella le sorprende que un hombre se fije de su perfume. Más aún cuando adivina cual es. Le dije que tenía ese perfume, el perfume que me causaba los recuerdos, cosa que le sorprendió. Al final no encontré nada preciso. Sólo se quiere encantar.

* * *

Dudo equivocarme. Aunque aun tengo mis vacilaciones. Existen miles de cosas que le podrían encantar a una mujer. Una joya, una palabra humana, una abrazo inocente, una mano cálida pueden ser suficiente, pero un perfume…
Hay muchas maneras de describir una mujer. Ha muchas maneras de pensar una mujer. Hay muchas maneras de encantar una mujer. Pero un perfume… el perfume, huele seguramente a ella.

agosto 01, 2006


El encuentro
Había escuchado mucho sobre ella. Tenía el papelito que decía su dirección y su teléfono. De todas las tiendas que existían en el centro de Caracas, sólo había esa que podía darme lo que estaba buscando. Yo creo que era más curiosidad que cualquier cosa, pues todos me conocen, no creo absolutamente en nada, o por lo menos eso es lo que trato de hacerle creer a la gente.
En la esquina de la pelota, un poco mas abajo, precisamente bajando por la calle que da a la catedral, tenía la tienda. Honestamente no había nada extraño. La tienda seguía siendo lo normal, muchos frascos de muchos colores, con esencia de ruda, de heneldo, de cariaquito, además de una gran cantidad de otras infusiones de cualquier cosa que supuestamente se le llama en estos lados Brujería. También había muchas ramas de muchos tipos de muchas cosas extrañas, como también una gran cantidad de talismanes y amuletos, conocidos dentro de la creencia popular. Al final, son baratijas.
Una morena hermosa de caderas anchas, de cabello largo y oscuro salió a preguntar que quería con esa costumbre criolla de ofrecer media tienda: “tengo amuletos para la suerte, hay de todo tipo, para la buena fortuna, para el dinero, para el amor… ¡ah! También preparamos filtros de amor para lo que sea, si quieres que la chica este a tu lado para siempre, ¿Seguro tienes novia?, dicen que los nuestros son los mas fuertes y efectivos”. Se extrañó que mi reacción ante sus habilidades fuese una sonrisa. “Sólo estoy buscando a Sandra”, le dije. El rostro de la morena cambio en un instante, y preguntó para qué. “Ese es mi asunto”, le respondí. Me pidió que esperara.
Minutos más tarde me dijo que entrara a un cuarto que quedaba detrás de una cortina de piedras rojas. No era un cuarto. Era una escalera que subía a un segundo piso. Eran de cemento. Las paredes estaban adornadas con múltiples colores y figuras míticas. Llegue a pensar que era otra de esas burlas esotéricas, pero después de un rato entendí que tenían algo de sentido lo que estaba viendo, eran figuras alegóricas a esas criaturas que había leído en las novelas de caballerías, en los cuentos infantiles de gnomos, hadas, gigantes y dragones, aunque los dragones parecían mas a las lagartijas que todos conocemos que a los dragones chinos de grandes alas y narices prominentes que vemos en la cultura oriental.
Al pasar una cortina blanca, me encontré con una mujer envuelta en paños muy finos de color blanco, parada en la ventana. Sus cabellos largos y blancos le llegaban casi a las caderas. Al voltear, me encontré con una mujer de amplia sonrisa y de un humor inquietante. Era obvio, era una mujer espectacularmente hermosa, sumamente hermosa a sus 60 años.
Sus dedos eran gruesos y sus uñas eran largas y afiladas. Su piel era blanca y sus lunares aparecían discretamente de sus mangas. Andaba en medias y pantuflas de cuero. Ella tenía un fuerte acento francés. Me invito a sentarme en una mesa, después de retirar unos cuantos papeles que ciertamente parecían mapas astrales. Pidió a la muchacha que le preparara te.
- ¿y que haces buscando a esta vieja que vive de las supercherías?
- Bueno, es que estoy buscando unas cosas, diría yo bastante raras.
- ¿raras? ¿se puede saber quien le dijo que yo poseía cosas raras? – respondió con una sonrisa maliciosa en el rostro.
- Pues unos libros, unas pociones, unos conjuros que ando buscando, en especial, por cosas que quiero desanudar.
- Ah, desanudar… tiempo que no escuchaba a alguien que quisiera hacer algo de eso. Siempre quieren una limpieza africana. No creas, he tenido que aprender de eso un poco.
- No pensaba que fuera entendida en esas artes.
- Pues no, si no fuera por Adelaida, tendría que hacer un curso – Dijo tomando mi mano derecha y empezando con lo acostumbrado – ¿Eres zurdo no?, se nota porque no tienes el índice calloso. Tienes una línea de la vida bastante corta, pero muy pronunciada…

Así nos distrajimos y hablamos durante horas. Hablamos de muchas cosas y me mostró unos cuantos libros de cosas extrañas, entre ellas estaban una Biblia en latín que consiguió en la abadía de Le Thoronet. Era interesante ver los grabados y los dibujos paganos en un libro de fe como éste, más cuando estaba escrito en la lengua legal de la iglesia. Me mostró también un Necronomicon manuscrito que había encontrado en un viaje que hizo a Grecia. Pero quizás lo que más interesante fue un libro gigantesco de cuero con un pentáculo en la portada. Era un libro de conjuros de magia blanca del norte de Irlanda. Muchos de estos libros se quemaron durante los cientos de años que duró la persecución de brujas en toda Europa. De hecho, aun existe esta persecución pero de manera muy reservada. Sandra me contó que su llegada a estas tierras fue precisamente por esta persecución.
- pero bien. Ahora explícame, que es lo que quieres desanudar un curioso escéptico como tu. ¿No es que tú no crees en nada?
- Pues bien se trata de un juego que hicimos entre una muchacha y yo hace algunos años. Se trata de esto. – De mi bolsillo saque una pequeña caja de madera. Al abrirlo, había unos cabellos rulos atados con un hilo de oro.
- ¡Mon Dieu! ¿Quién hizo esto?
- Yo…
- ¡Increíble!, Esto es algo que tenia años sin ver. Por cierto… Quien te dijo que vinieras a mí.
- Un jesuita amigo suyo…
- Ah, Nathaniel…

La receta
Caracas, 25 de agosto de 2005

Querido amigo:
Aquí te apunto en unas cuantas notas de las cosas que tienes que hacer para romper el hechizo. Son tres procesos, uno para limpiar el cuerpo, para deshacer el hechizo, otro para romper los hechizos y otro para crear un amuleto de protección.
Primero tienes que limpiar el cuerpo. Tienes que conseguir un litro de leche de toro negro y el día viernes, después de bañarte normalmente, te bañas con la leche y le pides que corte todo lo malo que tu cuerpo tenga, rezas un credo y te santiguas. Te vistes sin lavarte.
Luego quemas la atadura hasta que se haga cenizas y la dejar ir al aire en la primera noche de cuarto creciente recitando lo siguiente “dejo libre a quien até alguna vez a mi corazón, me quito el peso de su amor y de sus pensamientos. Eres Libre”
Enciende una vela blanca y otra negra, hacia abajo. Echa sobre ellas un puñado de alcohol y otro de tierra, mientras lo echas vas diciendo: “Alejo las trabas que anidan en mi destino. Revierto la acción de Lucifer para que permita que mi espíritu se sienta libre y dichoso” y luego te deshaces de lo que queda.
Luego, para protegerte, busca un elemento de metal que puedas llevar, preferiblemente un anillo o un dije, que no sea no de oro ni de plata. Mantenlo en la mano por diez minutos dentro de tu mano y después pasa tu mano 1 vez por cada uno de los cinco elementos: agua recogida de un riachuelo, viento de la montaña, fuego de leña, tierra fértil y metal puro recién extraído de la tierra.
Enciende una vela blanca en un tentáculo con tierra en la punta inferior izquierda. Un abanico de papel que simbolizara el viento en la punta inferior derecha. Cinco gotas de agua de manantial en favor del agua. En la punta superior izquierda hierba de mantis. Encendida por el fuego de la vela en la punta superior derecha. En la punta superior coloca el objeto de metal anterior. Arroja dos gramos de amonio en el fuego de la vela y corta un trozo de tu cabello. Enciéndelo con la vela colócalo sobre el objeto de metal hasta que se acabe. Derrama tres gotas de tu sangre sobre el y repite: “en mi sangre llevo el don la magia que fluye en mi, no hay mayor poder”.
Así ese objeto se convertitira en tu amuleto. Llévalo siempre contigo y no habrá ser mágico que se te acerque para mal ni nada mágico a que temer.
No te aseguro que puedas romper un hechizo tan poderoso como esta atadura tan poderosa que hiciste. Pero entiendo que tienes el poder de hacer y deshacer estas cosas tan poderosas. Yo no he sido capaz de hacer una atadura tan poderosa, pero tu si puedes. Lo dicen tus cartas.

El quiebre
Anna tiene un pentáculo colgado en la pared y lava su casa con agua filtrada una infusión de flores. Ligia tiene un perfume particular, una infusión de rosas que hace su abuela para alejar los malos espíritus. Alejandra tiene un dije colgado en el cuello, una lágrima de cristal, que no se quita nunca. Maria Francia tiene flores frescas todos los días en su escritorio en frente de la ventana. Maria Alejandra tiene amarrado en el tobillo izquierdo una concha marina lavada por los brujos de la playa para alejar lo malo.
Fernando tiene una figura de metal colgada al cuello. Memo tiene otra. Luís acaba de coronar el santo. La familia de Carlos tiene un altar de Santa Bárbara en la puerta de la casa, y celebran con vino tinto cada día de changó. Mi madre tiene una medalla de la milagrosa para cada uno de nosotros y siempre nos las pone en los momentos difíciles.
Yo ahora tengo un anillo en el dedo anular de la mano izquierda, donde siempre hubo un anillo. También tengo una herida en ese mismo dedo que me arde cada vez que puede.